La ciudad de Chaouen, Xauen o Chefchaouen es la joya de las montañas del Rif. Situada en el región de Jamás, en el corazón del Parque Nacional de Talasamtane, es un centro turístico que ofrece las infraestructuras adecuadas para todo tipo de visitantes. Desde aquí se pueden iniciar numerosos circuitos, en coche o a pie, con diferentes grados de dificultad y de duración, generalmente bien señalizados o pasear por las estrechas calles azules de su casco antiguo; los más sedentarios no se aburrirán si pasan varias horas tomando un té en la plaza principal o en alguna de las numerosas terrazas de sus cafés y restaurantes desde donde se contemplan bellísimas panorámicas.
En internet se puede encontrar mucha información sobre la historia de la ciudad, sus características y los servicios que ofrece y por tanto estos aspectos no se tratarán en este artículo.
Hay que señalar la cuidada guía de senderismo por los alrededores de Chaouen de Francisca Serráis Benavente, "Senderismo y Naturaleza en el Parque Nacional de Talassemtane".
Hay que señalar la cuidada guía de senderismo por los alrededores de Chaouen de Francisca Serráis Benavente, "Senderismo y Naturaleza en el Parque Nacional de Talassemtane".
El circuito del que se hablará parte de la zona alta de la ciudad, donde está el camping y el hotel Atlas y se inicia siguiendo la pista que va hacia Azilan e Imizzar pasando por el collado de Chouihate (1780 m) que separa el Jebel Kelaa y el Sfija Telj. Tiene 24 km de longitud y aunque aparentemente no tiene dificultad porque la mayor parte del recorrido se hace por una pista o por senderos bien señalizados, el desnivel es de unos 1.100 m y puede resultar pesado y largo para la gente no preparada, sin contar con la presencia frecuente de niebla en la vertiente hacia el valle del Ferda.
En el mapa puede observarse como las cumbres del Kelaa y el Sfiha Telj rodean Chaouen formando sus famosos "cuernos". En la región se alcanzan altitudes superiores a los 2.000 m.
Así se divisan desde el parking del hotel Atlas las cumbres del Sfija Telj y el Tizouka.
A nivel geológico el Kelaa, el Sfija Telj y el Tizouka, junto con el Jebel Akraa, forman parte de la dorsal caliza de la que ya se ha hablado en otros artículos de este blog (Sfaya, Kelti y el Haouz). Las calizas y dolomías triásicas-liásicas, presentan capas muy verticalizadas que están cabalgando sobre materiales del flysch de la unidad de Tánger.
Durante el ascenso se observan estas capas calizas verticales con algunos pliegues y formas caprichosas que ha modelado la erosión.
Pliegue anticlinal roto en la zona de la charnela o zona de máxima dobladura.
Detalle de las capas verticales.
Lapiaz en surcos originado por la disolución de la caliza por el agua de lluvia.
Pitón calizo de capas poco inclinadas.
Roca con un frágil equilibrio.
Otra caprichosa formación.
La pista y al fondo Chaouen.
Panorámica de Chaouen desde la pista de ascenso.
El zoom de la cámara nos aproxima al centro de la ciudad en cuya plaza está la alcazaba.
Y si lo aumentamos, nos muestra las terrazas de las casas.
Aunque desde la pista no podamos ver así la ciudad, antes o después habrá que visitarla y admirar ésta panorámica desde lo alto de la alcazaba u otras desde las terrazas de cualquier restaurante u hotel.
Pisar sus escaleras de color añil.
Ir de compras por sus numerosas tiendas de artesanía como las instaladas en el antiguo fondak cercano a la plaza.
Admirar sus fuentes públicas.
O quedarse a descansar en alguno de sus numerosos hoteles, pensiones o casas privadas que se alquilan.
Siguiendo el ascenso por la pista, el valle, que recoge las aguas que luego formarán las cascadas de la ciudad, va quedando cada vez a mayor profundidad y nos da una idea del gran desnivel que hay hasta el collado.
Este mes de octubre está siendo muy caluroso y las temperaturas están por encima de los 27 ºC, así que durante el largo ascenso las cantimploras se vacían rápidamente, pero cuando el agua empieza a escasear aparece esta fuente de agua fresca y cristalina.
La línea a media ladera marca la conducción de agua a la ciudad. En estas cumbres las lluvias son abundantes y se cubren con frecuencia de nieve a lo largo del invierno por lo que el agua brota en numerosos manantiales.
Los constructores del canal pensaron que los futuros viajeros que atravesasen el collado podrían andar escasos de agua y crearon una fuente artificial abriendo un pequeño orificio en él. A nosotros nos vino muy bien.
Campos de cultivo a lo largo de la pista. A pesar de las fuertes pendientes, de la máxima protección dada a este lugar mediante la declaración de Parque Nacional y de los proyectos de reforestación, la incidencia negativa de los cultivos sobre el bosque ha ido en aumento, parece un proceso imparable.
Un poco antes de llegar al collado, aproximadamente sobre los 1700 m de altitud, se inicia el bosque de abetos, otra de las joyas del Parque Nacional de Talasamtane.
Los abetales son bosques típicos de regiones frías y húmedas y encontrarlos en latitudes cálidas y secas como es la región mediterránea es un hecho excepcional. Por eso hay que destacar el valor especial que tiene su presencia en tres únicos enclaves: en las montañas del Rif, en los alrededores de Chaouen, en España, en las provincias de Málaga (Ronda) y Cádiz (Grazalema), y en el Atlas Telliano en Argelia.
Estos bosques debieron ocupar zonas más amplias en épocas pasadas cuando el clima reinante era más frío y húmedo que el actual, pero ahora han quedado reducidos a unos pequeños espacios de la alta montaña donde se mantiene un microclima especial, debido a que siguen recibiendo abundante lluvia, nieve y sobre todo niebla que durante los largos veranos mantiene la humedad.
En el Rif viven entre los 1.500-2.000 m de altitud de las laderas del Kelaa, Tizouka, Akraa y Talambote, en los alrededores de Chaouen, donde ocupan unas 4.000 ha.
Los abetales de la región bético-rifeña constituyen un endemismo (especie que sólo se encuentra en esta parte del mundo) y tradicionalmente a este abeto se le ha conocido como Abies pinsapo, admitiéndose que presentaba tres subespecies; pero últimamente se tiende a aceptar la existencia de tres especies diferentes, denominándose Abies pinsapo solo a los españoles, Abies maroccana al de la región de Chaouen y Abies numidica al argelino.
En algunas laderas el abetal está muy bien conservado, pero nunca constituye un bosque puro sino que está mezclado con otras variedades como los pinos, quejigos, arces y tejos.
Aquí podemos observar un arce iniciando el cambio de color otoñal.
En esta foto del otoño de 2002 puede observarse la mancha oscura de los abetos entre los árboles y arbustos caducifolios en la vertiente del Kelaa hacia Akchour.
Contraste entre el rojo del arce y el verde oscuro del abeto.
En esta foto de detalle puede observase que las pequeñas hojas aciculares, coriáceas, se disponen alrededor de las ramillas formando un cilindro.
Algunos ejemplares tienen un porte magnífico.
Fruto de la peonía (Peonia coriacea var. maroccana), endémica de los abetales y cedrales marroquíes.
En las partes más altas de la pista, los abetos aparecen mezclados con cedros de pequeño tamaño como los que se observan en la foto, que tienen un verde más claro que el abeto y sus acículas se unen en pequeños ramilletes sobre los tallos. Normalmente el cedro siempre aparece en niveles superiores a los de los abetos, aunque haya una altura donde se puedan mezclar. En esta región no están muy desarrollados aunque en el Kelti y el Akraa se pueden encontrar magníficos ejemplares; los cedrales más extensos y mejor conservados hay que buscarlos en Ketama o bajar al Medio Atlas.
Bosque de cedros en Ketama en el invierno de 2004 dos días después del terremoto de Alhucemas.
Agalla del terebinto o cornicabra (Pistacia terebinthus) desarrollada por el árbol por la puesta de huevos de un insecto para proteger a las larvas de éste. En las partes bajas donde acaba el abetal es frecuente encontrar una vegetación más termófila como el araar, la encina y el terebinto.
La niebla, que en este caso oculta el valle del Oued Laou, es un factor decisivo para mantener la humedad que necesita el abetal para poder soportar la sequía de los largos veranos.
Superado el collado, se observa el jebel Akra, "el calvo", con su cumbre pelada y la región de Talasamtane hacia Asifane, con amplias zonas donde el abetal está aún muy bien conservado.
La pista desciende hacia la derecha y pasa por el pueblo de Azilan (esta foto es de 2002).
Y finaliza en Imizzar, a donde también se puede acceder subiendo el río Ferda desde el puente de Dios en Akchour.
Nuestro circuito no desciende mucho una vez atravesado el collado; pasa por esta fuente situada sobre la pista y unos 500 m más abajo, a la izquierda, hay que coger un sendero señalizado para rodear el Kelaa y regresar a Chaouen.
Debajo de una encina se ha conservado la suficiente humedad para que se desarrolle este boleto gigante.
Ladera del Kelaa quemada en el verano del 2002. A partir del inicio del sendero, la presión de la agricultura y ganadería de los pueblos situados en la parte baja de esta vertiente del Kelaa se deja sentir cada vez más y el bosque se va degradando hasta desaparecer completamente.
Abeto en buen estado y abeto desmochado.
Abeto en buen estado y abeto muerto.
El abetal ha desaparecido y sólo queda un viejo árbol para testimoniar el pasado. Si los abetos de las fotos anteriores han podido ser desmochados o morir por causas naturales, aquí la causa es sin duda la acción humana que los ha debido quemar o talar.
Cuando la agricultura y la ganadería intensiva se instalan, ya no queda ni el matorral.
Cascadas de nubes cayendo por la ladera.
Casas del pueblo Kelaa al atardecer.
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